Siempre sentí que tenía baja autoestima.
Aunque fuese exitosa en lo que emprendiera, aunque tuviera pareja, amigos. En el fondo, siempre sentía que no era "suficientemente buena".
El duro juicio que empleaba para evaluarme a mí misma, también lo usaba con los demás que nunca eran "lo suficientemente buenos" para mí.
Siempre faltaba, siempre podía ser mejor. Eso me decía la voz perfeccionista que vive en mí.
Bajo ese prisma, si nunca era suficiente ¿qué tenía que pasar para yo sentir que tenía buena autoestima? La línea de meta se corría todos los días y la sensación final era de deuda y fracaso permanente.
Un día estudiando sobre autocompasión entendí la diferencia fundamental que yo no había visto: la autoestima y el amor propio no son sinónimos.
Como psicóloga, sabía y hablaba mucho de autoestima...pero nada de compasión. Eso era para los budistas (según yo).
Resulta que el concepto de "autoestima" (tan occidental por lo demás) hace referencia a una valoración positiva de ti misma(o).
Entonces, si te va bien en algo podrías tener una buena autoestima.
Si te ves como a ti te gusta, podrías tener una buena autoestima.
Si te sacas una buena nota, podrías tener una buena autoestima.
¿Te has fijado como todo lo que proviene de esta cultura occidental medio gringa apunta siempre a que tienes ser "la más algo", "el mejor en esto"? Finalmente todo es una competencia para alimentar al ego y decir que tienes una buena autoestima.
Pero la realidad es que no todas las personas pueden ser "la mejor". Por definición, eso implica "ganarle" al resto...¿o sea que el resto de los mortales que no caben dentro de la categoría "el mejor X" están condenados a tener una valoración negativa de sí mismos y una baja autoestima?
Y ese había sido el discurso que me compré toda la vida sin cuestionármelo, asumiendo que si tenía baja autoestima el problema era mío y no de la definición misma del concepto.
Retomando, así fue como un día comprendí que el amor propio tenía que ver con poder quererse ("amarse" puede sonar un poco lejano al principio) en las buenas y en las malas; en los días en que me encontraba "la mejor" y en aquéllos en que me encontraba "la peor".
Porque al fin de cuentas no se supone que de eso se trata el amor?
Si cualquier persona sólo me quisiera cuando soy "la mejor", dudaría de su amor claramente.
Pero si yo sólo "me quería" cuando era "la mejor" me parecía normal, qué absurdo!
Evaluarse de manera positiva no tiene que ver con amarse.
Evaluarse es mirarse con los ojos del juicio internalizado: la voz exigente que alguna vez fue tu mamá, fue tu papá, tus profesores y que ahora es tu propia voz en su versión más exigente, cruel y perfeccionista.
Amarse es otra cosa.
Ok, sonaría muy romántico y medio a positivismo tóxico "ámate tal como eres". Entiendo esa resistencia, también la he sentido.
Ahí es donde conocí la autocompasión y ahora es indispensable en mi vida: no importa si hoy sientes que no te amas tal cual eres, eso también es autoexigente. Pero al menos, trátate con respeto y amabilidad, procurando aliviar tu propio sufrimiento.
Eso es! No tienes que gustarte todo el tiempo, ¿pero por eso te vas a maltratar? ¿en serio esa es la relación que quieres tener contigo misma?
Con una actitud amable y de cuidado, sin querer queriendo, comenzarás a quererte cada día un poquito más.
¿La clave? No perseguir el amor propio, sino que poner en el foco en la autocompasión.
Lo demás vendrá solo, como una consecuencia natural de ir cultivando una mejor relación contigo misma(o).
¿Te hace sentido?
Con cariño, compasión y con pasión
Macka Duhalde
Psicóloga Clínica UC
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