Tal vez sea un nombre muy formal, pero es lo que más se acerca a lo que quiero transmitir.
Quiero que sepas quién soy, lo que pienso y a qué te invito al formar parte de la comunidad Yo como en Paz.
Así que después de reflexionar, estas son las 10 ideas fundamentales o principios que prometo seguir custodiando y expandiendo.
1.- NO considero que la obesidad o el sobrepeso sean enfermedades.
Parti polémica.
La verdad es que adhiero a un enfoque de salud peso inclusivo, donde también hay evidencia acerca de esto. En otras palabras:
a) Hay personas delgadas que tienen malos sus indicadores de salud y hay personas con mayor peso que están completamente sanas.
b) El peso no es un indicador de salud o enfermedad por sí solo.
c) Si es que hay un problema de salud, ejemplo diabetes, el problema es la diabetes y no la obesidad como diagnóstico.
d) Los diagnósticos asociados al peso tienen un estigma social muy profundo y doloroso que afecta directamente a la salud mental y sólo en los últimos años se le está dando la relevancia al daño que se ha hecho “en nombre de la salud”.
El tema da para mucho más, hay movimientos como el de Salud en Todas en las Tallas (HAES) que cuentan con amplia evidencia al respecto.
2.- Los conflictos con la comida y el cuerpo ocurren todo tipo de cuerpos, esto no tiene que ver con tallas sino con el sufrimiento humano.
Que esta bien que las personas de mayor peso hagan dieta y las flacas no tienen de qué quejarse, es un prejuicio.
He atendido mujeres de todas las edades y de todas las tallas, todas ellas con el mismo dolor: no gustarse a sí mismas, un historial de dietas tan largo que ya no saben lo que es comer sin estar pensando ansiosamente en si es la porción correcta o no y la imposibilidad de gozar de lo que comen sin culpa, pero sin culpa de verdad (no por 5 minutos).
Basta de prejuicios. Las ideas preconcebidas de cómo debe comer una mujer, un hombre, una persona faca o una persona gorda, alejan de la posibilidad de buscar ayuda a quiénes lo necesitan.
La flaca siente culpa porque la comida no debería ser un tema, si es flaca.
La persona que tiene mayor peso siente culpa porque le hicieron creer que si llegó a esa talla es su culpa, así que ya no vale quejarse.
No. El sufrimiento humano no tiene tallas.
3.- Es importante normalizar el hablar de las dificultades en torno a la comida y al cuerpo, porque son consecuencias de la cultura y no solamente un problema personal
Todas las personas, especialmente las mujeres, hemos estado expuestas a muchos años de cultura de la dieta y eso deja fracturas en la identidad corporal.
¿Cuántas mujeres en el mundo se sienten realmente a gusto con su cuerpo?
Si no te sientes cómoda con tu cuerpo no es tu culpa.
¿Te has detenido alguna vez a mirar críticamente lo absurdo de sobrevalorar la delgadez como sinónimo de salud, belleza, éxito y estatus? Eso es cultura. Ese peso, no es tuyo.
Por muchos años sentí vergüenza de reconocer que sufrí Trastornos de la Conducta Alimentaria, especialmente siendo estudiante de psicología en ese tiempo. Pero el tiempo, la vida y las reflexiones me hacen ir enfrentando esto cada vez un poco más natural.
No porque sea normal, sino porque es un sufrimiento compartido. Y mientras más lo hablamos, otras se atreverán a hablar de su dolor para liberarlo.
Y algún día, nos daremos cuenta de cuánto sufrimos por cargas sociales que no nos pertenecen y que hoy podemos cambiar.
4.- La salud es salud y la estética, es estética.
La confusión de estos términos genera una violencia que da escalofríos.
¿Te has fijado en esas personas (incluso profesionales) que pueden adivinar el estado de salud de una persona con sólo mirarla?
“Tienes que baja de peso, es por tu salud”.
Me irrita.
Como mencioné en el primer punto, una cosa son los indicadores de salud-que pueden o no estar alternados en distintos tipos de cuerpos-y otra es comprarse el prejuicio de que delgado es saludable, feliz y exitoso en la vida… porque tiene fuerza de voluntad, control de sí mismo y tantas otras ideas construidas que hacen tanto mal para ambos lados.
Es legítimo que si alguien no se siente a gusto con su cuerpo y quiere bajar de peso, lo haga. Pero eso no tiene que ver con su salud física necesariamente.
Y al revés, si alguien tiene algún problema de salud del cual deba ocuparse, agregar el estigma del peso sobre sus hombros es una carga innecesaria y cruel.
5.- Estoy en contra de la cultura de la dieta.
Creo que a estas alturas ya resulta un poco obvio jajaja
Es importante nombrar “cultura de la dieta” a esta serie de creencias sobre el cuerpo y la comida, donde se asumen verdades que se imponen a ciegas, porque ye permite ver que muchas de las cosas que crees que piensas por ti misma, en realidad son construidas.
Se trata finamente de otra expresión del patriarcado ¿te has fijado cuánto poder te quita el no sentirte a gusto con tu propio cuerpo? ¿En todas las cosas que podrías crear y utilizar tus ideas si no estuvieras pensando en cómo bajar de peso y cuántos carbohidratos tenía tu desayuno?
Liberarnos de todo este peso realmente nos puede llevar a otro nivel como sociedad, con las mujeres despiertas, decidiendo por sí mismas, sin temor a no agradar y utilizando todo su potencial creativo! Sueño con un mundo así.
6.- Pero más que eso, estoy a favor del amor propio y del autocuidado como principios de vida.
Las batallas tienen dos caras: irse en contra de lo que no te gusta y promover lo que sí.
En mi caso, me siento más cómoda recordando la importancia de aprender a respetarse uno misma, porque sólo así hay espacio para el amor propio, el autocuidado y el bienestar de verdad…no el de cartón, que es un ideal que se vende fácilmente como producto pero que es tan inalcanzable como el cuerpo de la modelo de la revista.
7.- El autoconocimiento es clave para tomar conciencia y tomar decisiones coherentes, no correctas.
Cuidarse, amarse y respetarse uno misma pasa por escucharse, conocerse y aprender a poner límites. Así se construye un bienestar integral que sea coherente con quien eres y la vida que tienes, no el ideal “correcto”.
Esto es transversal a la relación con el cuerpo, con la comida, contigo misma y con el mundo. Al final, siempre serás tau vinculándote con todo lo demás.
8.- Tienes derecho a sentir placer con lo que comes, es parte de construir tu propio equilibrio.
Otra huella patriarcal de la cultura de dieta es alejarnos del placer y la reconquista de este espacio es una reivindicación.
Está bien que la comida te guste y la goces hasta la saciedad.
Está bien que puedas disfrutar de tu cuerpo, tu sexualidad y el movimiento sin culpas.
Nos enseñaron a sentir vergüenza de todo eso que siente bien…qué injusto!
Me gusta hablar de movimiento en vez de deporte o ejercicio, porque nuevamente la carga simbólica de estas palabras cae como un yugo. “Si no duele, no sirve”. Qué horror.
Basta de sacrificios, control y exigencia. Necesitamos más placer en nuestras vidas.
9.- Comer no es un acto moral.
No hay nada bueno o malo en sí mismo (comida, ejercicio, estilo de vida, lo que sea), sino que hay experiencias que te muestran cosas diferentes y puedes aprender de ellas en todo momento.
La ansiedad y la culpa asociada al comer dan cuenta de esa lucha interna entre el bien y el mal: hacer lo correcto, salirse, caer en tentación, pecar ¿te has dado cuenta las palabras que ocupas para referirte al natural acto de comer?
Reconectar con la experiencia de comer, en el momento presente, es muy liberador y te aleja de la lucha interna de estar haciendo “lo correcto” en todo momento.
10.- Tú eres la experta en tu propia vida y la encargada de construir tu equilibrio.
No hay fórmulas mágicas.
No hay una manera única y genérica.
El conocimiento son sólo teorías vacías si no le poneos contexto.
Puedes aprender muchas cosas! Pero sólo tú puedes integrarlas en tu vida. Nadie más que tú conoce tu historia, preocupaciones, miedos, sueños, dolores, limitaciones y recursos.
Recupera tu poder personal! Que nadie te diga cuándo esta bien sentir hambre y cuándo no.
Si resuenas con estas ideas, estás en el lugar correcto.
Sigamos compartiendo, resonado y reflexionando para romper los velos de la cultura y recuperar la responsabilidad (no la culpa) de cuidarnos amorosamente a nosotras mismas y relacionarnos cada vez más sanamente con nuestro entorno.
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